Numerosos yacimientos arqueológicos nos hablan sobre la antigüedad de los asentamientos humanos en el Valle del Alagón:, el trazado de la Calzada de Dalmacia y la riqueza patrimonial de Coria y Galisteo especialmente. La primera con su muralla tardorromana y una de las diócesis más antiguas de la península con su imponente catedral y museo religioso, clave para conocer y comprender todo el poblamiento de estas tierras desde la romanización a la Reconquista. La segunda, el Conjunto Histórico de Galisteo, siendo donante de uno de los restos del Paleolítico con mayor antigüedad y poseedora de una original muralla almohade de cantos rodados (s.XI) y una bella iglesia mudéjar.
Puentes y aceñas, abundantes a lo largo del curso del río Alagón, donde cada año se celebra un importante descenso en que participan miles de personas. El castillo de Marmionda, fortaleza en Portezuelo, puerta de entrada a la comarca y uno de sus miradores más bellos. Los pueblos exponen en sus calles el arte: religioso ( iglesias , retablos , ermitas) monumentos, arte y festejos...
Coria, capital de comarca, es punto de encuentro de concentra, además de la catedral, palacios ¡, museos y múltiples servicios turísticos, comerciales y de ocio. Cuenta, además, con un Jardín Botánico que alberga un monumental plátano, declarado Arbol Singular protegido por la Junta de Extremadura.
No lejos de Portezuelo, por carretera o por atractivos caminos rurales, podemos llegar a Pedroso de Acim, en el que encontramos el convento del Palancar. Es la expresión y símbolo de la reforma franciscana, donde su fundador, San Pedro de Alcántara, quiso dejar lo más evidente : la pobreza de su muros y sus dimensiones lo hacen una obra única, el convento más pequeño de la cristiandad en el planeta.
Numerosas son las iglesias y ermitas en esta comarca, pero entre ellas es digna de destacar la original ermita de Nuestra Sra. de Argeme (Coria) que no se deja eclipsar en encanto por la majestuosidad de la Catedral de Coria.
En verano, el regadío y los embalses atenúan las temperaturas, sin que desaparezcan las ganas de darse un chapuzón en el río o practicar cualquier otra actividad refrescante, sea en el agua, con los vecinos o en las animadas terrazas nocturnas. Prácticamente durante todo el verano se pueden saborear las fiestas y el brillo y colorido de las verbenas y tradiciones. Pero es en el largo otoño-primavera donde su colorido paisaje de dehesa, monte y olivar ofrece mejores posibilidades de contemplación y disfrute. La berrea de ciervos en El Rebollar, el herradero de las reses y la recolección de la aceituna, son las actividades propias del otoño en la comarca.
Los panoramas más espectaculares los disfrutamos desde el recóndito mirador de los Canchos, enclave ideal para la observación de aves, u otros más accesibles como Aceituna, El Palancar y Portezuelo, que unen patrimonio histórico al natural o los que rodean Coria : El Sierro, Los Cuestos de Mínguez o en el que se asienta la ermita de Nuestra Señora de Argeme.
El Río es la seña de identidad del Valle del Alagón. El agua aparece unas veces mansa, accesible para los deportes náuticos y la pesca, especialmente en los embalses de Valdeobispo y Portaje (en Ribera Fresnedosa) o en el paso por Coria; otras reservadas a ecosistema: cigüeña negra, buitres, águilas, milanos, alcaudones, corzos, jabalíes, liebres, zorros,...
Es el espacio de los pueblos de colonización, pedanías de otros más antiguos: horizontales y de un blanco rotundo sobre el verde entorno, cogiendo casi siempre las denominaciones de los usos o fincas en las que se asentaron:
El Batán, Valdencín, Valrío, Alagón (antes del Caudillo), o los pertenecientes a Coria que no pueden negar su origen marcado por la personalidad de la ciudad: La puebla de Argeme (advocación de la patrona) y El Rincón del Obispo.